viernes, 14 de mayo de 2010

EL DESEO


Hace poco un comentario anónimo me preguntaba sobre el miedo a lo desconocido. Descubrimos que el pensamiento es siempre lo conocido. Es decir, que es imposible temer a lo desconocido. ¿Podemos captar la lógico e importancia de ésto? ¿Vemos con absoluta atención esta clave? o es una teoría más para esgrimir en caso que sea necesario...la dejamos dormida en el campo teórico, sin comprender la importancia de tal movimiento.
La propia esencia del pensar hace que se mueva en campos que le dan seguridad psicológica, en territorios que él conoce por medio de sus experiencias, de su memoria. Eso es siempre lo conocido. Identificarse con su pasado es lo único que hace el pensamiento psicológico. Permanente selección de lo que le es útil para arraigarse más y más a si mismo. Esa es la misión del ego: sobrevivir en el tiempo.
Al hablar de tiempo, hablo de pensar. Tiempo y pensar es lo mismo.
Uno de los factores que alimentan a los conflictos, a la separación y no-relación, es El deseo.
Interlocutor: yo estoy deseando algo todo el tiempo.
MT: de acuerdo, pero lo que me interesa saber, no es lo que se desea, sino más bien, ¿cómo se forma, cual es el origen de algo que nos posee, nos controla de una manera tan contundente...?
Entonces veo que en el deseo está, evidentemente, arraigada la idea de futuro. Y en la medida que me identifique con alguna sensación, habrá deseo.
I: un memento, tu vas muy rápido...y he quedado atrás,
MT: caminemos despacio, entonces. Veo un hermoso auto, un tv. extra chato, una casa, y me imagino que la poseo. En este acto tan normal de ver algo, aparece el objeto real y el objeto como símbolo.
I: Sigo perdido.
MT: el objeto real es ese auto que veo. Luego el pensamiento le proporciona una imagen a ese objeto real, e inmediatamente lo convierte en símbolo. Me veo conquistando la ciudad arriba del carro, ligando niñas, y toda suerte de disparates.
I: ahora comienzo a comprender...
MT: Esas imágenes idealizadas de algo que sensorialmente llega a mi, son las que hacen que me identifique y necesite poseer el elemento. Allí está el deseo, allí comienza el agobio, el dolor, la frustración, el miedo...
En el momento en que el pensamiento le da una imagen al objeto, nace el deseo.
Si tu contactas con algo externo, a través del tacto, la mirada, el oído, el gusto o el olfato y tu pensamiento está en su lugar correcto, es decir, disfrutando de eso que los sentidos te proporcionan con el mundo exterior, pero viviendo el momento en tu presente. Conectando ahora con eso, el deseo no tiene lugar. Por lo tanto no hay anhelo de posesión, repetición, ni nada que provoque algún conflicto. Sólo goce.
Ahora bien, si a través de los sentidos, lo primero que hago es darle una imagen, comienza el mecanismo del deseo y con el la fragmentación.
Nuestro problema consiste en comprender el deseo, no hasta donde debería ir, o cómo reprimirlo. Muchos creen que el poseer poco, o vestir con túnicas, o afeitarse la cabeza, indica liberación del deseo...!y eso sólo muestra lo superficial y lo ilusorio¡
Ir a la raíz, a lo profundo...no a lo que respecta a algo tan mínimo como la manera de vestir o poseer.
Hablo de llegar a la raíz misma del deseo, para poder comprender todo su movimiento y descubrir si podemos estar libres, sueltos, y descubrir por nosotros mismos si puedo renunciar a todo conocimiento que me rompen en miles de fragmentos temporales.
Si eso sucede, seré real.


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